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PROFUNDIZACIÓN IDENTIDAD SEXUAL


      

A pesar de las apariencias, estas tablas anatómicas de los ss. XVI y XVII no describen un pene, sino una vagina. A partir de la doctrina aristotélica, la vagina se interpretaba como un pene colocado al revés, cuyo proceso de crecimiento se ha interrumpido durante la gestación. Durante dos mil años no existió un término científico para designar los ovarios femeninos: en los tratados se hacía referencia a éstos empleando la misma palabra que se utilizaba para aludir a los testículos masculinos, <órkhis>, y el lector aclaraba la ambigüedad recurriendo al contexto.

   

En la terminología aristotélica, el padre desempeña el papel de causa formal y final en la generación, y la madre el de causa eficiente y material (--> Sustancia). La generación perfecta es la que da lugar a un hijo varón y sano; la imperfecta genera, en orden decreciente, varones sanos sin semejanzas con el padre, varones enfermos, hembras, hembras enfermas, etc. El defecto no se debía al esperma masculino, sino a la mala nutrición que la madre ofrecía al feto en el útero. En función de las teorías aristotélicas, los alquimistas construían el jarrón alquímico a imitación de la forma del útero (a la derecha). Tras haber introducido el esperma en este último, intentaban cerrarlo <herméticamente> para que los procesos de fermentación producidos por el calor no se corrompiesen por el ambiente. Las teorías aristotélicas llegaron a influir al primer pensamiento científico moderno. En 1677, el holandés Anton Van Leeuwenhoek, al examinar por primera vez el esperma humano con un microscopio, aisló los espermatozoides (que denominó animacula) y los describió (los vio y los dibujó) como <pequeños hombres o mujeres en miniatura -homúnculos- que se mueven con mucha gracia> (izquierda).





TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO